SALVATORE QUASIMODO. DE RAICES, EXPERIENCIAS Y DESTINOS
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De Quasimodo se ha llegado hasta a decir que, pese a su Nobel del 59, era un poeta menor. Incluso, en algún lado se ha dicho que su poética no era sino la de un mero epígono de Ungaretti sin llegar a la vitola de genialidad de Montale. Sin embargo, cuando se supera el ansia postsimbolista que rugió en la Italia literaria de segundo tercio del s. XX, quizá haya que proclamar que Quasimodo nos ofrece una posibilidad que le envía directamente al Olimpo de la Historia de las Letras: la humanización del símbolo.
Hermetismo!! Qué genial escuela y qué vívida fe en los presentes que no pueden existir!!! Es imposible desligar el perfume intrínseco de su Sicilia en cada uno de sus versos, es imposible olvidar su giorno dopo giorno evolutivo desde ese Hermetismo fundacional hasta esa épica (su forma de sustantivar a lo que se llamaría un estilo de poesía social) que obviamente buscó acercamiento y universalidad de su mensaje al lector.
… non sono
in pace con me, ma non aspetto
perdono da nassuno, molti mi devonno lacrime
da uomo a uomo.
Se ha repetido, y yo estoy con ello, que toda la poesía de los últimos 150 años es una continuación de Les fleurs du mal. E incluso el mismo Baudelaire confesaba en correspondencias íntimas que su inspiración primera va más atrás en Gaspard de la nuit, de Aloysius Bertrand. Quasimodo no se sustrae a esa tradición, incluso cuando hace carne propia de su manera de rebeldía frente a la sociedad política a la que se enfrenta veladamente. Su alma lírica se dibuja en un recorrido que, miltonianamente, va de un exilio a otro exilio. Y esta pérdida de los orígenes resuena en Quasimodo a búsqueda interior, a definición del hombre en su tiempo que conjuga el lamento, sea en desesperanza o en clave de último anhelo deseado.
Dammi il mio giorno;
ch'io mi cerchi ancora
un volto d'anni sopito
che un cavo d'acque
riporti in trasparenza
e ch'io pianga amore di me stesso
Sus palabras siempre son silencio. Una estruendosa torrentera de silencio por donde las voces se convierten en sacrosanto testimonio de su fe pasional en la Poesía. Personalísimo, rotundamente abstracto en la individualidad que no trasnocha el provincialismo que le enorgullece. Porque es en ese entonces, en ese íntimo enclave sagrado donde la condición humana adquiere sentido. En esa textura de poder obsequiar las huellas que transforman la Poesía en santuario de símbolos que decodifican un Destino que no adquiere acomodo en ningún lívido paisaje recordable.
Non toccate i morti, così rossi, così gonfi:
lasciatelli nella terra delle loro case:
la città è morta, è morta.
La expresión poética no es más que un manejo de lamentaciones, una gerencia obligada de sensaciones, tristezas y nostalgias. Al compás de la mirada de la muerte en Pavese. Salmodiando quizá la resignación como única libertad propia de aquel que destila lágrimas desde sus contradicciones existenciales. En Quasimodo esta dialéctica es leitmotiv del que parte para adentrarse con afectado desdén en un discurso contrapunteando su Sur natal frente a la Lombardía populosa, industrial y cosmopolita en el que se siente siempre un extranjero. El hito supremo en este asunto le lleva a su más popular poema, que es un canto desgarrado, un himno desesperado que se vierte sobre esa soledad del expatriado, aún en su mismo país, Lamento per il sud, un poema que sin duda habrá que situar entre los diez mejores compuestos en el siglo XX. No obstante ese antagonismo que parece ensombrecer cada palabra que nos ofrece el poeta, siempre hay una rabia casi vergonzante que compele a Quasimodo a renegar de esa geografía meridional que le ha forzado a abandonar su casa. Amor y rabia, dolor que se acomete para repensar todo el sistema social que deviene desparejo. En el añadido, un lenguaje positivamente simple para realzar la complejidad de los conflictos, como una crónica del contrapaso político de ese mezzogiorno italiano en el momento siguiente de totalitarismos y accidentes bélicos.
Oh, il Sud è stanco di trascinare morti
in riva alle paludi di malaria,
è stanco di solitudine, stanco di catene,
è stanco della sua bocca
delle bestemmie di tutte le razze
che hanno urlato morte con l'eco dei suoi pozzi,
che hanno bevuto il sangue del suo cuore.
No hay peor dolor que aquel que se sabe en punto sin retorno. Cansancio de soledad, de esa esclavitud ante cualquiera, invocando, a lo Neruda, la lucha por sobrevivir de una gente que está hastiada de trascinare morti. Tragedia tras tragedia, ese arrastrar muertos y derramar sangre sin clemencia ni descanso. En esto Quasimodo huye voluntariamente de su pasado hermético. Palabras contundentes para una Historia pasada contundentemente sometida. Rechazó con esto Quasimodo el surrealismo y su simbolismo? No, en absoluto. Ocurre que el contexto surrealista (lo vemos en Lorca o Aleixandre) nunca logró el surpasse de su cuna francesa. La poesía surrealista es cuestión de Breton o Tzara. Más allá de ellos, junto con el coro de sus monaguillos futuristas o ultraistas, no hubo sino notas repetidas fuera de pentagrama. Quasimodo lo sabía y no hace sable desenvainado de ello. Como buen traductor, se empapa de gotas del realismo preponderante en el dopoguerra, pues los símbolos están para poder modificar su propia génesis y avanzar hacia lenguajes en los que las imágenes puedan pasar de un sepia amarillento a un technicolor deslumbrante.
Con todo, Quasimodo hace la distinción entre poeta y literato, asunto que deja claro en su discurso de recepción de premio Nobel. Uno lucha contra el poder, otro le sirve. El poeta es un transgresor, el literato es un operario de la sociedad. No hay enfrentamiento entre ambos, simplemente objetivos distintos.
Me quedo con esa entrañable nostalgia de Quasimodo donde ed è subito sera. Donde sus estructuras poéticas visuales son sus percusionistas de caja, sus heraldos anunciadores de un retorno a ninguna parte. Plegarias al crepúsculo, puertas azules del sueño, cánticos que no tienen sol... Una soledad lejana. Eso es para Quasimodo el arte poético.
Ma l'uomo grida dovunque la sorte d'una patria.
Più nessuno mi porterà nel Sud.
José Pastor. Dic 2011
viernes, 30 de diciembre de 2011
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