lunes, 30 de diciembre de 2013
TRISTAN TZARA, EL POETA APROXIMATIVO
Se cumple ahora medio siglo de la desaparición, en París el día de Navidad de 1963, de Samuel Rosenstock, nombre original del creador del Dadaísmo, Tristan Tzara. El hombre (en esto Marinetti unos años antes ya había publicado sus manifiestos futuristas, con parecido tenor teórico) que dio la patada al Simbolismo francés dominante de la escena artística en los anteriores tres cuartos de siglo. Y para ello ni se molestó en refutar ese Simbolismo, sólo bebió de él puesto que su idea de evolución conceptual del arte iba mucho más allá de los instrumentos que hasta ese entonces se utilizaban. Icónicamente hablando, también es próximo el centenario de la apertura del fundamental Cabaret Voltaire en Zürich por Hugo Ball. Si buscáramos en la última centuria una geomítica de la agitación cultural, sin duda el pódium lo coparían este local de la Spiegelgasse, 1 en Zürich, The Cavern en Liverpool o los muros de La Sorbonne en mayo'68.
Por qué Dada??? Tzara contestaría iracundo: Por qué no??? De esto se trata. Un poeta que no creía en el lenguaje ni la poesía, salvo acaso si se consideran ambos términos como una epifanía de la contundencia violenta proveniente del Azar y los resultados conspicuos del mismo. En realidad, como música existencialista de fondo, una forma más de nihilismo, que prefería la creación estúpida pero sincera a la claudicación del artista a esquematismos formales bajo normativas susceptibles de aceptación.
Básicamente, Dadá es una impostura. Tristan Tzara no pretendió jamás bajarse de ella, incluso, en la capa más externa, travistiéndose de rupturista político en una época en que no se podía ser cosa diferente. Si quisiéramos, podríamos incluso describir una evolución, una trayectoria, un causalismo abarrotado de momentos líricos apasionantes y de imágenes psicopatológicas. Pero, qué podemos pensar de alguien que escribe manifiestos y en ellos se proclama anti-manifiestos?
[[['…..abolicion de la memoria: Dada; abolicion del futuro: Dada; confianza indiscutible en cada dios producto inmediato de la espontaneidad: Dada'. [Primer Manifiesto Dada].]]]
Destrucción. Activa o pasiva? Tanto da. Tzara no rehúsa la militancia, pero no hace apocalipsis de ello. Sabe que los tiempos están cambiando, pero el problema, como luego recogería igualmente Sartre, es que los cambios le llevan al aburrimiento. Y embiste contra todo tipo de ensalzamiento de la Lógica, no digamos del Racionalismo. Bien pensado, en unos años donde se hacía pedazos el Imperio Austro-Húngaro, Lenin llegaba al poder en Rusia y el 'mestizaje universalista y cosmopolita' estaban en el aire que se respiraba a cada segundo, hablar de caos, tanto del lado de su vertiente arte como de su vertiente hombre, quizá era lo único posible. Tzara se erigirá decidido en uno de los máximos propagandistas de ese caos triunfal.
Pero Tzara sale del Cabaret Voltaire en Suiza y una buen día aparece en París. En el apartamento de Francis Picabia, que había abrazado el dadaísmo en Zürich. Breton, Aragon, Soupault y demas cachorros surrealistas acuden prestos a hacer de los suyos al príncipe dadaísta. Pero durante cierto tiempo, Tzara se mantendrá algo distante, pese a guardar buena conexión y algunos elementos afines (pasión por Rimbaud en primer lugar) con la inminente, creciente y burbujeante generación de surrealistas que se rendían a l'Art Nouveau. Tzara sigue pensando que el verdadero destrozo artístico corresponde a su dadaísmo, que se convierte no sólo en un catecismo para la forma de hacer arte, sino para el modus vivendi de sus acólitos:
[[[Buvez du lait d'oiseaux
lavez vos chocolats
dada
dada
mangez du veau.
(Chanson Dada, 1923)]]]
Son lo años locos de entreguerras y Paris es la capital del mundo. Todas las vanguardias nacen o, al menos consiguen su convalidación en la capital francesa. La máxima del momento la conocemos todos: 'Vive deprisa hoy, porque mañana puedes estar muerto'. Revistas de un solo número, pintores de una sola exposición, músicos de inaudibles sonatas. Solo Erik Satie compone Dada. Y sus gymnopédies y gnosiennes son la cara hermosamente misteriosa del inventario Dada. Nada de cuanto acontece en la tercera década del siglo XX será baladí para la Historia cultural del ser humano. Se trata del auténtico fin del feudalismo en el subconsciente del individuo. También en el del artista. Quizá, es fácil decirlo ahora, algunos, como Tzara, fueron demasiado lejos y la amenaza de cambio en el statu quo hizo bastante para la aparición de totalitarismos en los años posteriores. Pero, en el ámbito de la puridad intelectual todo esto era necesario. Tzara era, en sí mismo, la voz más audaz del concepto importante de aquel momento: disidencia.
[[[Les ponts déchirent ton pauvre corps est très grand voir ces ciseaux de
voie lactée et découper le souvenir en formes vertes
dans une direction toujours dans la même direction
s'agrandissant toujours s'agrandissant]]]
Tzara se alejaba de Marinetti porque no era un apasionado en un futuro mecanicista en el que no creía y se alejaba o, al menos durante su mejor época de creación, de André Breton, porque no propone como éste una escritura automática. Tzara timonea otra vuelta de tuerca: quiere reinventar el lenguaje y en especial, el poético. Su técnica textual es reeelaborar los mimetismos formales con imágenes irracionales y elementos nominales que se desmarcan de su referente. Pero siempre partiendo de algo en lo que volverá con ritornellos paranoides, pero no exentos de búsqueda de metáforas, siquiera borrosas, siquiera agramaticales, donde se percibirá una teoría oniríca que se retroalimenta en sí misma y donde el Azar tiene su propio brillo autónomo. En eso sí creía Tzara. Toda su arquitectura dadaísta se formó a base de pelear cada verso contra la aritmética precisa del lenguaje. Picasso había desfigurado el arte. Los expresionistas alemanes serían los avanzados al Surrealismo. Mondrian los hizo todos conceptos simples.... Tristan Tzara le dotó de elementos perniciosamente alternativos. Era el eslabón bizarre de la cadena.
[[[He caminado en el Cielo con la cabeza hacia abajo
entre los matorrales de humo de algas los senderos lácteos
los bancos marinos de termómetros y de planetas
donde retoñan los casquetes los faros y pabellones de gramófono
El hombre aproximativo, 1929]]]
Qué decimos? Fue el marketing consumista el que atrapó al Surrealismo o fue el Surrealismo el que merecía ser objeto de aceptación masiva por parte del público?? Quizá ambas cosas. Del poema 'L'homme approximatif' se ha dicho que provoca una extraña intranquilidad al no poderse encontrar nunca la clave que enlaza cada imagen. El placer aterciopelado de cómo Tzara descubrió (y dotó de descordura) el Surrealismo. El placer, diríamos que casi lascivo, de la negación semántica. De la deriva de las palabras. Caos de nuevo. Un embrujo venido de mil purgatorios en los que el poeta se sumerge a propósito. Y del que ni pretende ni desea escapar. Es su madurez creativa y él lo sabe. Tiene 35 años y ha mejorado las prestaciones de Rimbaud como petit lieutenant de la frivolidad parisina. Una frivolidad terriblemente seria en contenidos y comprometida tanto con las élites como con el populacho.
Tzara ya uno más de los surrealistas, participaría en la Resistencia en la IIª Guerra Mundial, y después, sería comunista, sin más. Siguió apostolando sobre la estética Dada y su poesía lírica (quién lo habría de decir), por momentos adolescente, no moriría nunca. Su cuerpo sí lo haría. En diciembre 25, 1963. El poeta que, según su propio motto se volvió 'encantador, simpático y delicioso', mientras afirmaba que 'Dios no está a la altura'.
La Historia lo juzgará. Ya lo está haciendo. Surgieron movimientos neo-dadaistas. Realmente lo hacen a cada momento si tomamos como referencia las aristas voluptuosamente rompedoras en ciertos grupos poéticos de todo el mundo. La Literatura se tiñó de absurdo varios centenares de veces en las últimas décadas. Lacan y Derrida hicieron el resto con sus juegos de naipes marcados sobre estructuralismos y deconstrucciones.
El Cabaret Voltaire de la Spiegelgasse de Zürich volvió a abrir sus puertas en el Siglo XXI. Sigue en pie y sigue en rabioso funcionamiento.
Dicen que aún se adivinan los contornos y las sombras de dos jugadores de ajedrez envueltos en humo, cerezas y vodka. Un judío que se hace llamar Herr Tierra (significado en rumano de Tzara) y un ruso, étnicamente mongol, que se hace llamar Herr Dolganeff. Este último responde al verdadero nombre de Vladimir Ilich Uliánov, por mejor apodo, Lenin.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)