miércoles, 5 de marzo de 2014
LORENZO SILVA. EL THRILLER ETICO DE 'LA MARCA DEL MERIDIANO'
LORENZO SILVA. EL THRILLER ETICO DE 'LA MARCA DEL MERIDIANO'
Jacques Derrida, al contrario que sus coetáneos postmodernistas, partiendo del logos como origen de la historia de la Humanidad, llega a plantear el énfasis de cualquier desarrollo epistemológico, entre otros conceptos, a través de la dialéctica idealidad/ no idealidad o de dentro/afuera. Incluso su antecedente inmediato, Nietzsche (Heidegger también lo fue) utilizaba el concepto de la enfermedad de las 'máscaras del pasado' para nombrar el exceso de culto a la tradición ética del ser humano. Derrida fue más lejos y sugirió disyuntivas que apuntaban siempre a escenarios donde el grupo humano obra a causa de su origen, que no de su ser natural.
Etica neutral acaso? Del lado de la investigación científica se ha abogado que el científico es también un agente moral. La controversia, sobre todo en psicoterapias y analíticas de conducta, está hoy en día en proceso. Silva, o su alter ego, Bevilacqua, más que nunca toman sobre esto posicionamiento en 'La marca del meridiano', premio Planeta 2012.
Silva aborda un juego de fronteras, una historia de fronteras. En el trasfondo, incluso se vale de la interiorización lacaniana como motor de arranque de alguien que traslada su propio pasado al tiempo presente y los acontecimientos.
“...nunca nos atrae de alguien lo que ese alguien es, sino el reflejo que en la persona en cuestión atisbamos de una figura preexistente en nuestra psique, a la que Lacan denomina 'el fantasma' y que estamos condenados a perseguir sin alcanzar nunca.”
Acontecimientos de alguna forma inevitables? El brigada Bevilacqua y sus colaboradores no lo entiende necesariamente así. Es ahí donde empieza la novela de suspense ético. Las fronteras, en este caso humanas, tienen límites. Y nadie está forzado a traspasarlos, siquiera su génesis sea alguna debilidad interior.
Porque Bevilacqua aquí representa el papel de redentor más que de justiciero. Refuerza la tesis con la participación determinante del Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil. Por eso a Silva le preocupan más las razones últimas que mueven a Bevilacqua a resolver el caso del asesinato del excompañero Robles que el causus belli de los que matan horripilantemente a éste. Es decir, estamos en el ángulo justo opuesto a David Liss en su 'The Ethical Assassin', donde el bravucón homicida Melford pronuncia su célebre motto: “No soy un criminal. Soy un asesino”. Thomas de Quincey, doscientos años atrás, sobre otro contexto, también construye su irónica alegoría estética en su 'Murder Considered as One of the Fine Arts'.
Nada de esto para Silva. Su obra viene enmarcada, fulgurantemente enmarcada, en un canto a la figura de un Cuerpo Armado como es la Guardia Civil. Consideraciones históricas o incluso populacheras al margen, se ha de aceptar este parámetro para analizar el sentido de la narrativa de Lorenzo Silva. No está en cuestión tanto la bondad de este asunto sino la percepción de pedal de salida del autor como emblema de la lucha contra el mal. No sólo como deber cognitivo, sino además, como deber moral.
Para ello Lorenzo Silva nos muestra una narración directa, brillante, vehemente. Exenta de los barroquismos seguramente cargantes de muchos de los últimos intentos de novela negra española y extranjera, tan influida y cromatizada por el cine hollywoodiense, para bien y para mal. Techno-thrillers, cyber-thrillers, uncertainfuture-thrillers..... ejercicios de laberintos argumentales donde los finales siempre acaban con artificios rebuscados y poco verosímiles. En 'La marca del meridiano' Silva acomete la trama sin esclavitudes quiméricas. Su fuerte, que no se molesta en disimular sino, bien al contrario, pormenorizar y resaltar, consiste en exprimir los fundamentos de la técnica policial puramente. Aun siendo muy importante el por qué, la literatura de Lorenzo Silva está, se explica, en el cómo. El modus facendi en su vértice más laboriosamente definitorio. Sin disfraces ni delimitaciones fuera de lo que se tiene, de la capacidad de acción y la sagacidad de concretización de los elementos que constituyen el Bien. Mínimos abalorios y, como mucho, un afán de ser más audaces que los malhechores a los que se persigue.
“Asistí a la operación en segundo plano, lo que permitió observarla mejor que las entradas que tenían que ver con mis propias investigaciones. Aunque tampoco en éstas ocupaba nunca la vanguardia, esta vez pude quedarme sin remordimiento el último del grupo. Desde esta posición retrasada admiré a placer la estudiada coreografía del pelotón, que se dividió en dos para controlar todas las salidas, la fracción primera, e irrumpir en la casa y neutralizar a los delincuentes, la otra.”
Entre medias, nos encontramos con un manejo excelente del suspense. Presentar de forma escalonada nuevos personajes en esta novela funciona seductoramente. En el 'Meridiano' esa secuencia en la trama es tan natural que no hay puntos muertos o fallidos.
Y, como es preceptivo, Silva nos enfoca cualquier comportamiento de los personajes en base a unos códigos bien diáfanos del quehacer de los guardianes del orden, esto es, jerarquía, disciplina y honradez. En este último concepto es donde se conjuga la novela. El mismo Bevilacqua confiesa a sus monaguillos Chamorro y Arnau que cruzar la linea permitida tiene sus riesgos y sus inflexibles malas consecuencias y lo dice desde su propia experiencia. Se diría que toda la novela navega en una disertación sobre este catecismo. Y si existió algún empuje transgresor, es tamizado en ese juego de fronteras antes aludido. La frontera de la madurez personal y el devenir temporal en este caso.
No es baladí, así entonces, que considerando la serie Bevilacqua en su conjunto hasta la fecha, Lorenzo Silva nos presente a nuestro amigo ahora en alguien que ha llegado a la plenitud de experiencia en su trayectoria. 'La marca del meridiano' constituye pues la novela de madurez de la dupla Silva - Bevilacqua. Una madurez conseguida sin atajos ni páginas en blanco. Conseguida linea a linea y eslabonando un peldaño más en cada entrega de la serie, siete hasta hoy.
Algo que decir respecto al estilo en que se trata los submundos de droga, corrupción y prostitución? Se pueden cuestionar aspectos en los que quizá Silva pretende salvar su discurso de excentricidades inútiles, pese a que en algún hecho nos parezca difícil huir de los tópicos. Pero, estadística manda, nuestro brigada es un profesional de ambos lados de la frontera malgré tout y sabe que, en el otro lado, todo es posible, por desgracia. En eso va el encanto y el mérito de una novela que se lee a ritmo de galope vivo y cuyo sólido final nos mece en un placer de lectura muy satisfactorio.
Pero las fronteras, ya nos lo ha dicho de viva voz Silva, sólo son artilugios concordantes que los hombres establecen. Y lo verdaderamente atractivo de su mensaje trascendente es esa voluntad de borrar fronteras, que no haya lados oscuros ni, de nuevo con Derrida, afueras y adentros. En el contexto geopolítico actual en las españas, con Catalonia queriendo usar pasaporte propio, la propuesta ecléctica de Lorenzo Silva resulta hasta plausible y conmovedora.
“Después de todo, aquella divisoria trazada sobre el globo terráqueo no era más que una convención decidida hacía mucho por gente que ya había muerto. Como las leyes, como la moral que separa a los malos de los buenos, o a un hombre convertirse en una especie de enterrador de sí mismo...”
En efecto: convenciones y voluntades de hombres. Humanos. Lo divino es otra cosa.
José Pastor. Marzo 2014
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